“Lo feo es que en una ciudad pasen cosas como las de La Escombrera”: Alonso Salazar, autor de El largo vuelo del cirirí
Santiago Bernal Largo / santiago.bernal2@udea.edu.co
11 de febrero de 2025
En el Hay Festival Jericó hablamos con Alonso Salazar, autor de El largo vuelo del cirirí, sobre Fabiola Lalinde, la búsqueda de su hijo y las disputas por los espacios de memoria que se dan en Medellín alrededor de la consigna de “Las cuchas tienen razón”.

Alonso Salazar en el Hay Festival Jericó 2025. Intervención: Santiago Bernal Largo.
Fabiola Lalinde fue, tal vez, una de las primeras madres buscadoras en Colombia. Cuando su hijo, Luis Fernando Lalinde, fue torturado y asesinado por el Ejército de Colombia en 1984, ella se embarcó en la búsqueda de los responsables y de los restos de su hijo, en la que ella misma llamó “Operación Cirirí”. Con su trabajo dejó un legado para cientos de familias víctimas de desaparición forzada.
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Semanas después de que la administración distrital de Medellín ordenara borrar el mural de “Las cuchas tienen razón” y después de que esta frase se replicara a lo largo del país, conversamos con Alonso Salazar, periodista, escritor, exalcalde de Medellín, uno de los invitados al Hay Festival Jericó, que se celebró entre el 24 y el 26 de enero en ese municipio antioqueño. Salazar es autor de El largo vuelo del cirirí, un reportaje sobre la historia de Fabiola, la búsqueda de su hijo Luis Fernando Lalinde, sobre lo que implica honrar y conocer las memorias de las madres que buscan a sus hijos desaparecidos.

Collage: Santiago Bernal Largo.
¿Cuál es el legado que deja Fabiola Lalinde para las madres que buscan a sus hijes? Fabiola Lalinde fue una mujer que trascendió su propia lucha, ella se fue acercando a muchas familiares de desaparecidos, especialmente madres. Incluso después de que encontró los restos de su hijo y logró identificarlos, continuó en una labor pedagógica y de producción, y entre las asociaciones de madres con las que mayor contacto tuvo fueron las de la comuna 13, que incluso hicieron un mural en esa zona en homenaje a doña Fabiola. Ella era extremadamente sensible y solidaria con ese tema y logró volver un poco más universal el tema de los derechos humanos y universalizó su propio caso.
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Alonso, aunque puede parecer un poco obvio ¿por qué es importante hablar de la búsqueda de Fabiola y de la vida de ella?
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Yo creo que en Colombia hace falta hablar de esta hecatombe que hemos vivido como sociedad, marcada por cualquier cosa que se llame guerra o conflicto y que después se tradujo en palabras como masacres, desaparecidos, exterminios. Dentro de todo ese mar han emergido unas mujeres extraordinarias que se volvieron muy significativas, entre ellas Fabiola Lalinde.
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Ella fue incansable en la en la lucha de búsqueda por su hijo desaparecido por el Ejército en 1984. Se convirtió en un ejemplo de documentación, de cómo llevar un seguimiento estricto, de tenacidad, de no detenerse frente a los obstáculos. Incluso fue detenida por un montaje que le hizo el Ejército y ella dijo que esos días de cárcel habían sido los mejores de su vida porque allá se terminó de “cranear”, esa es su palabra, la operación Cirirí para la búsqueda de su hijo. Hoy en día pienso que esas memorias hay que reivindicarlas. Son muchas y deben ser parte también del patrimonio histórico colombiano.
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El año pasado en la Facultad de Comunicaciones y Filología empezó la Cátedra de Paz Fabiola Lalinde. ¿Por qué en los espacios como la UdeA es necesario seguir hablando sobre estos temas?
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La Universidad pública sigue siendo la más sensible a estos temas: a la violación de los derechos humanos y a los temas sociales y Fabiola Lalinde ha sido adoptada a lo largo del tiempo por distintos colectivos que la mencionan o que estuvieron cobijados por su solidaridad. Ella tiene un recorrido tan vasto en ese tema de los derechos humanos que su archivo personal fue declarado patrimonio por la Unesco para la memoria de Latinoamérica. Así que me parece que hizo suficientes méritos para que la universidad pública abriera una cátedra con su nombre que es al mismo tiempo la posibilidad de seguir reflexionando sobre todas las tragedias que hemos vivido.
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En relación con la controversia que hubo con el mural de “Las cuchas tienen razón”, me gustaría preguntarle, como exalcalde de la ciudad, ¿qué lectura hace de estos hechos?
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Esta es una administración que piensa que la ciudad se ve mejor limpia con la noción de limpieza que ellos tienen y callada. Yo creo que les da como escozor que se hable de esos temas de la historia de la ciudad, pero esos temas no se pueden eludir, están ahí y hay derecho a que haya gente que los exprese y los murales son una forma de hacer activa esa voz. Ahora, “es que es feo”. ¿Cuál es la realidad de la estética? Lo feo es que en una ciudad pasen cosas como las de La Escombrera. Lo negativo es silenciar.
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Durante mi alcaldía yo busqué maneras distintas de promover las causas de las familias de desaparecidos, de buscar cooperación con la Fiscalía. Ayudamos a generar textos periodísticos asesorados por la profesora Patricia Nieto para expresar las voces de las víctimas, en fin, yo siempre he tenido la conciencia de que de que hay cosas que son ineludibles y que lo peor que una sociedad puede hacer a veces es negar su historia.

Collage: Santiago Bernal Largo
Eso también me lleva a las declaraciones del alcalde diciendo qué es arte y que no lo es. Detrás de esas declaraciones, ¿usted cree que hay negacionismo sobre lo que ha pasado en la ciudad?
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Sin duda. Yo creo que si le pregunta muy directamente no va a negar que allí hay desaparecidos, porque eso ya es imposible de negar, pero él sí prefiere que no se hable mucho de eso. A veces se prefieren los silencios y calificar una expresión juvenil, popular, artística, como no arte. Es una manera simplemente de resistirse a reconocer la dimensión de esos temas.
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¿Cómo influyen esas expresiones artísticas y culturales de las madres buscadoras y los colectivos culturales en la memoria histórica de la ciudad?
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Esas memorias son definitivas. Todo esto empezó de alguna manera con los desaparecidos en el Cono Sur. Había una frase que dice que la historia la cuentan los vencedores, que después se volvió más relativa porque las madres del Cono Sur, especialmente las Madres de la Plaza de Mayo contaron otra historia; aun siendo la historia de los derrotados, logró imponerse como una verdad social más aceptada que la negativa de los militares.
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En Colombia el tema de los desaparecidos creció a partir de los años 80 y desafortunadamente permanece. Llegó a cifras realmente increíbles y han habido mujeres como Luz María Bernal, de las madres de Soacha, y Fabiola Lalinde acá que se han vuelto figuras muy significativas de una lucha que es muy colectiva.
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¿Cómo fue el proceso de reportería, de escritura y lo que implicaba condensar toda la información en un libro?
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Yo creo que lo primero es ser yo mismo testigo de parte de esa historia. Yo conocí a doña Fabiola en la época en que existía el Comité de Derechos Humanos liderado por Héctor Abad Gómez, en la que vivimos el exterminio de ese comité. En 1993 yo publiqué una primera versión de la operación Cirirí en un capítulo del libro que se llama Mujeres de Fuego. Ahí había retratado desde la desaparición de Luis Fernando Lalinde hasta el momento en que encontraron los restos en 1992.
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Daba la sensación de que ese era como un cierre más o menos definitivo, pero en ese momento no pudieron confirmar la identidad de esos restos y le tocó seguir cuatro años más esa búsqueda hasta que en 1996 fue identificado e inhumado. A lo largo de los años, yo hablé varias veces con ella, pero fue sobre todo cuando la encontré, tal vez en el en el 2017 o 2018, cuando estaba empezando a perder la memoria, que yo dije: "Bueno, llegó el momento de terminar de escribir esta historia."
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Me gusta hilar la historia específica con el contexto y con ella fue fácil porque ella misma va archivando información sobre el contexto de que van sucediendo todos los hechos. Ella se volvió una experta en derechos humanos de América Latina y en muchos casos del mundo. Ella se definía a sí misma como una mujer común y corriente. Yo al inicio le creí la historia y después dije: "No, esto no es una mujer común y corriente. Esta es una mujer excepcional”. Ella se casó, tuvo cuatro hijos, se separó cuando no era costumbre separarse y trabajaba en almacenes Ley cuando no era propiamente la costumbre de que las mujeres trabajaran en ese tiempo.
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No pude hablar con los victimarios, intenté buscar los desaparecedores de su hijo o a quienes después le hicieron los montajes para llevarla a la cárcel, les escribí, pero nunca pude.
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¿Usted que le diría a los periodistas y a los escritores en formación? En este caso, al tratar los temas de conflicto y memoria histórica.
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Yo creo que toca hacer el esfuerzo como de sacudirse, rascarse los ojos y volver a mirar, buscar las variables posibles en estas historias. El tema del conflicto, yo creo que existe el riesgo grande de terminar haciendo versión de uno u otro sector.
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Creo que el que escribe o el que comunica esta historia debe parase en la ética de unos valores universales y de ahí mirar esas historias diversas, a veces contradictorias, sin justificar, sin condenar, pero sí dando suficientes elementos para que el que vea, lea, oiga pueda llegar a sus propias conclusiones y esta es una historia que va a permanecer en la memoria del país durante mucho tiempo.
Nota: esta entrevista se realizó con la invitación de Comfama a De la Urbe para cubrir el Hay Festival Jericó 2025.